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La espera paciente

 

ZoilaHebreos 6: 13-15 “Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juro, por sí mismo diciendo: de cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa” Uno de los patrones de conducta aprendida es la impaciencia. Hay una diferencia entre estar impacientes por algo y vivir impacientes. Algunos le llaman la esclavitud a la inmediatez. Cualquiera de las dos puede hacer daño dependiendo de lo que no se quiera esperar. La mayoría, no sabemos ni queremos esperar. Nos gusta todo ya, todo rápido.

Los estilos de vida que llevamos no son como para estar esperando. De ahí los enlatados, los microondas, la comida rápida, no nos detenemos a pensar que tanto daño nos puede hacer. Por no esperar caemos en relaciones inadecuadas, relaciones sexuales antes del matrimonio, vienen embarazos no deseados, niños abandonados, abortos, casamientos de corta duración, con fecha de vencimiento. Jóvenes que por las presiones de la sociedad, de los amigos, familia, por no creer que Dios esté interesado en su futura pareja, se casan con la primera o el primero que se le atraviesa. Por no esperar surgen conflictos, ruinas económicas, podemos caer en corrupción, dinero fácil, porque vemos que otros ganan en un año o en menos, lo que a otros les cuesta años.

Hay choques en las calles, porque no podemos esperar el cambio de luz de roja a verde. Ponemos en riesgo nuestra vida, jóvenes que quieren tener un cuerpo espectacular en días. No quieren pasar meses entrenando porque con inyectarse esteroides puedes lograrlo en el menor tiempo; otros se someten a operaciones riesgosas, personas que quieren verse delgaditos en poco tiempo, bajar kilos que fueron acumulando durante años se hacen «bypass» o manga gástrica, algunas de estas operaciones tienen su indicación, y la impaciencia no es una de ellas. Entonces, ¿qué hace la impaciencia en nuestras vidas? Nos hace tomar decisiones apresuradas, decir cosas de las cuales nos arrepentimos, no sabemos guardar silencio, porque estamos tan apurados hasta para detenernos a pensar, y lo primero que se nos viene es lo que decimos, atropellamos a los que no van a nuestro ritmo, descalificamos a los que consideramos lentos, terminamos haciendo el trabajo de otro, la mayoría quieren hacer el trabajo de Dios, porque les da la impresión de que nuestro señor tarda en hacer las cosas.

Los impacientes se enferman, se desgastan, se frustran, se amargan, el impaciente no es enseñable, y no sabe enseñar a otros, son los que se divorcian por incompatibilidad de caracteres, no tienen paciencia para caminar en crisis, con la pareja, con los hijos; Al impaciente les encanta el profeta, porque les resume lo que Dios le quiere decir, porque realmente no tiene paciencia para esperar que Dios le hable y muchas veces no se consiguen al profeta si no al adivino evangélico, el que se la pasa repartiendo palabra a diestra y siniestra y confunden a los que no están entrenados en escuchar a Dios ni en su palabra. Muchas veces se rinden, se desaniman, se cansan. Leímos al principio que Abraham habiendo esperado con paciencia alcanzó la promesa.

Todos conocemos la historia de Abraham y Sara. En Génesis 18, Dios visita a Abraham y a Sara y les da la promesa. Ambos, de edad avanzada y ninguno en condiciones físicas para tener un hijo. Era tan real la condición, que la promesa parecía un chiste, porque Sara se rió. Sara en el capítulo 16 (Saraí) dijo: Jehová me ha hecho estéril, y le entrega a su criada (Agar) a Abraham para que tenga un hijo de ella. Después la situación le salió mal pues Agar comenzó a mirar con desprecio a Sara, y la pobre criada tuvo que huir del lugar con su hijo. Tenía Abraham 86 años y en el capítulo 17, luego a los 99 años, Dios hace pacto con Abraham, el cambia el nombre, le da la promesa y Abraham le pregunta: ¿a un hombre de 100 años, y a una mujer de 90 puede nacerle hijo?. Dios le contesta. Ciertamente Sara te dará un hijo. Pablo dice en Romanos 4. “No se debilitó en la fe, al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto, siendo casi de 100 años o la esterilidad de la matriz de Sara”.

Y dice que esperó con paciencia, es decir, con tranquilidad, no se angustió, no buscó otras maneras de cómo resolver. Muchas veces no recibimos porque no sabemos esperar, esperar con paciencia. Los psicólogos dicen que detrás de la impaciencia hay temor de que no se logrará o conseguirá lo que necesita. Esperar con paciencia, es tener calma, esperar es la facultad de saberse contenerse de no proceder ligeramente, esperar es aguardar sin molestia, con confianza. A veces en las crisis o pruebas que tenemos, esperamos que Dios haga un «bypass» espiritual, corte de una vez con lo que me oprime. Y si no, huyo o lo hago a mi manera. El Señor en un instante puede sanar, transformarnos, pero a Él le gustan estos tratos porque es mucho lo aprendemos.

A veces le endosamos la culpa de todo al enemigo. Si todo fuera el diablo, le aseguro que no tendríamos problemas, porque el diablo sale en el nombre de Jesús, las otras cosas salen con su disposición a dejar que el Espíritu Santo opere en usted. Por eso muchos andan con máscaras, viven más esclavizados que cuando no tenían al Señor. No están dispuestos a esperar los cambios. La espera es un elemento de la fe, Hebreos 11:1 dice “es pues la fe la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”. En la espera, aprendemos disciplina, aprendemos de nosotros, a conocer nuestras debilidades. Aprendemos de Dios, a conocerle, reconocer su voz por mucho ruido que haya en las tormentas que estemos pasando. Aprendo a deleitarme en Él, a buscarle no como los niños, que muchas veces al llegar a casa se nos tiran encima y lo primero que dicen es: ¿qué me trajiste? En la espera aprendemos a buscar su rostro y no su mano. En la espera, aprendemos más a ser pacientes, la paciencia es fruto del Espíritu. Somos fortalecidos en la espera. El Salmo 40:1 dice “pacientemente espere a Jehová (no dice cuanto tiempo) y se inclinó a mí y oyó mi clamor, y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre peña». Si espero pacientemente, Él se inclina, me oye, me saca del lodo, me pone sobre peña, endereza mis pasos, pone en mi boca cántico nuevo, hará que otros confíen (verán esto muchos, temerán y confiarán). Esperar en el no significa echarse en una butaca, es seguir adelante, con ánimo, haciendo lo que me toca hacer, dando gracias por lo que ahora tengo y por lo que estoy por recibir.

En la espera no intento sobornar a Dios, muchos siembran, no como acto de adoración si no como una especie de negociación, yo te doy y tú me respondes. En mis prédicas hablo mucho de una sobrina quien sufrió cáncer, un tumor en su cabeza, le costó la vista y otras funciones hormonales. Ella dice que espera en que Él la sane, pero mientras aprende el método braille, está estudiando en la universidad derecho y saca mejores notas que los que no están con limitaciones, hace tortas y bisutería para ayudar a sostenerse, va a cuanta campaña para ver si el Señor la sana. Si no, lo seguiré amando igual. Como dijo Job 13:15 “Aunque el me matare en Él esperaré”.

Zoila Delgado

Culto Dominical 11:00 a.m.

30 de Marzo de 2014

 

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