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Cara a Cara

El rey David nos expresa en el Salmos 27:7-9 “Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme.  Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.”

 

Inmediatamente relacionamos este clamor con la oración, y en realidad el contexto de sus palabras nos revelan dos cosas muy diferentes; una es que algo había pasado entre la relación de David con Dios, que hizo que el Señor virara su rostro y apartara su siervo con ira. Dios siempre establece una relación directa, cara a cara, no es un Dios de medias tintas, es un Dios que gusta de conversar y mirar a los ojos. Es en el rostro donde damos a conocer la emocionalidad, el sentimiento, el ánimo, el tono, la intensión y el propósito de nuestras palabras. Así lo vemos en Éxodo 33:11 “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.” Cada vez que Moisés salía al encuentro con Dios dentro del tabernáculo, cada familia debía pararse a la puerta de su tienda y estar allí en pie, hasta que la conversación culminaba, una vez que Moisés entraba en el tabernáculo, la nube de Dios se posaba en la puerta de entrada impidiendo tanto que otra persona pudiese entrar e impedir que Moisés saliese. Dios habla siempre cara a cara.

 

Pero hay cosas que hacemos como individuos, como familia, como sociedad y como nación que contristan es Espíritu Divino y Él voltea su rostro, pues Dios no puede ver pecado. Por ello, es necesario buscar su rostro. Nuestra autosuficiencia es un elemento que nos aleja de la dependencia absoluta de Dios. Nuestra  indiferencia nos hunde en el pozo de la indolencia e insensibilidad, asumiendo el pecado como lo inevitable y acostumbrarnos al mismo, como lo normal. Es necesario humillarse, poner a un lado la apariencia, quitarnos las máscaras, despojarnos de nuestra experiencia, romper nuestros proyectos humanos y lanzarnos a los brazos del Padre. Ante el deterioro de nuestra nación ante los principales valores y su ruptura, es necesario llorar con amargura por nuestro pecado. Hemos roto cada uno de los principios divinos progresivamente y metódicamente como individuos, como familias, como sociedad y como nación, hemos pisado cada uno de los principios establecidos por él. Irrespetamos a Dios, no amamos la verdad, no valoramos la vida, despreciamos a la persona, no nos interesa la reputación, despreciamos a la pareja y a la familia, no valoramos nuestro trabajo, ni siquiera le damos valor al descanso, despreciamos lo propio, lo nuestro, y nos metemos con lo ajeno, mientras nuestra nación se deteriora moral, espiritual, política y familiarmente nosotros parecemos dormidos en el lecho de la desesperanza, hemos de despertar en medio de la humillación de nuestra propia vanidad, no sólo la oración nos conecta con el trono de la gracia para despertar del letargo y de la inacción. Hemos de buscar con tristeza de corazón el rostro de Dios. No es un problema de oposición u oficialismo, es un problema moral ante Dios, por ello es necesario buscar el rostro de Dios, procurar hablar con Él cara a cara.

 

¿Qué es buscar su rostro?  ¿No es lo mismo que orar? No, no es lo mismo. Usted y yo podemos orar sin buscar el rostro de Dios.  Buscar el rostro de Dios es un grado más de profundidad en la comunión con el Padre. Uno puede orar sin buscar su rostro. Así como usted puede hablar con alguien sin mirar su rostro. Para poder mirar el rostro de alguien uno tiene que sentirse libre de culpa. David lo indica:  “Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme. Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.” Mirar el rostro es estar dispuesto a ser confrontado. Y es ahí donde muchas veces huimos fácilmente escondiéndonos aún en la misma oración para no ser confrontados por el Dios Eterno. No puede prevalecer el rostro humano ante el rostro divino. Uno tiene que rendirse. Como Isaías lo hizo, Isaías ante su rostro notó su impureza: Isaías 6:5 “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.”

 

Abraham escondió su rostro muriendo así a sus planes y su identidad cambió, Génesis 17:1-6: 1Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.”  Jacob fue marcado por el rostro de Dios en Peniel, Génesis 32:30 “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” Moisés ocultó su rostro para morir a su vida sin propósito, Éxodo 3:6: “Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.” Gedeón exclamó un grito de muerte al verse ante el rostro del Señor, Jueces 6:22: “Viendo entonces Gedeón que era el ángel de Jehová, dijo: Ah, Señor Jehová, que he visto al ángel de Jehová cara a cara.” Elías no pudo mantener su rostro mientras huía, cubrió su rostro con su mano, y salió para hablar con Dios, 1 Reyes 19:13: “Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” Los doce: Mateo 17:5-6: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.” Pedro ocultó su rostro ante Jesús. Sintió la confrontación del Maestro, Lucas 5:8: “Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.”

Pedro sabía lo que es no ver el rostro de su Señor, él le había prometido al Señor que no le negaría, y no pudo cumplirlo,  le negó tres veces aun blasfemando, maldiciendo.  Que triste en esa noche mirar los ojos de su amigo, de su maestro después de haberle negado. Corrió y lloró con amargura de corazón, se arrepintió con dolor, no fue remordimiento.

Días después le toco caminar por una playa al lado de su maestro resucitado, su corazón palpitaba porque sabía que en cualquier momento su maestro haría referencia a ese hecho, fue cuando el maestro le preguntó ¿Pedro me amas? Tres veces le dijo lo mismo, tres veces para sanar el dolor con amargura de corazón. Si buscamos su rostro con tristeza por nuestro pecado, otro gallo cantará en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad y en nuestra nación. Pues ante su rostro se derrite la arrogancia, el orgullo, la vanidad, la indiferencia, la insensibilidad y el orgullo religioso. Su rostro nos hace ver el deterioro que nos rodea ante el cual hemos dado la espalda a la realidad de nuestro pueblo y asimismo le damos la espalda a Dios al ser ausentes sin dar respuesta de ningún tipo. Sólo ante su rostro, se caen las cadenas de la autosuficiencia, de la apatía, del adulterio físico, emocional y espiritual, de la amargura, de la sombra de la absoluta oscuridad de las tinieblas.

 

José Gregorio Ferreira

Culto Dominical 9:00 a.m.

30 de Marzo de 2014

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