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Domingo 30 de marzo 2014

Thumb_30Mar2014EL REMANENTE FIEL

Por su pecado y desobediencia, el pueblo de Israel fue advertido durante siglos de sus pecados y de la necesidad de transformación; sin embargo, la mayoría desobedeció y sólo un pequeño remanente fue fiel. El pueblo israelita no se arrepintió y el rey de Babilonia, Nabucodonosor, se levantó contra ellos y destruyó a Jerusalén, llevándose todas las cosas de valor material y a todo su pueblo como cautivos. Aunque no todos eran pecadores, todos fueron llevados a Babilonia, donde permanecieron separados de su tierra durante más de 70 años. A este pueblo le costó mucho volver a la palabra de Dios para la reconstrucción de todo el estamento cristiano: los valores, las costumbres, la forma de actuar y pensar en sociedad. Habían llegado a creer que lo más importante era el templo y no la palabra de Dios. Generalmente es después de una fuerte acometida que podemos reconstruir un pueblo, un país.

Nabucodonosor tuvo un sueño que lo aterró, tanto, que llamó a todos los hechiceros y magos para que se lo descifraran, pero ninguno pudo hacerlo. Entonces, mandó a llamar a Daniel. “Daniel respondió delante del rey diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y Él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postrero días”. (Daniel 2: 27-28). Daniel se fue a su casa y pidió a sus amigos: Ananías, Misael y Azarías, que oraran para implorar la misericordia de Dios del cielo sobre ese misterioso sueño, a fin de poder interpretarlo y no ser ejecutado como todos los anteriores adivinos. Daniel era un hombre de Dios, que se mantenía puro, que rechazó todo aquello que podía contaminarlo, como las costumbres de la corte, los manjares y los rituales. Se alejaba de las tentaciones y se enfocaba en crecer y hacer en Dios y para Dios. Al llegar el día en el que Daniel revelaría el sueño al rey, lo hizo junto con sus amigos Sadrac, Mesac y Abed-nego, quienes también se mantenían puros. Daniel le mostró el contenido del sueño al rey, describiendo todo lo que sucedería en los siguientes 2.500 años, entre otros hechos las alianzas de todas las naciones. Cuando el rey escuchó la interpretación se asombró tanto que puso a Daniel por encima de todos los demás integrantes de la corte y a sus tres amigos a dirigir las provincias y la administración de reino. Además, decidió no ejecutar a los adivinos y hechiceros que no habían logrado interpretar el sueño. Sin embargo, Nabucodonosor pronto se olvidó de todo lo que Daniel le había dicho y mandó a construir una gran estatua de oro y pidió a todo el remanente que se encontraba en tierra ajena, que se postrara ante el ídolo.

Pero ni Sadrac, ni Mesac, ni Abed-nego lo obedecieron, porque no se doblegarían ante ninguna cosa o persona que se cree Dios. En respuesta a la negativa de estos hombres, el rey ordenó que los arrojaran al horno de fuego. “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre ese asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. (Daniel: 3:16-18)

Quien sabe quién es su Dios, no se arrodilla ni se dobla ante ídolos ni imágenes construidas por el hombre. Fueron categóricos al negarse a hacer lo que el rey les ordenaba y se les arrojó al horno de fuego después de ser atados. Cuando el rey se asomó a ver como se asaban, vio a 4 hombres desplazándose libremente entre el fuego sin sufrir daño alguno; el aspecto del cuarto hombre era
semejante “a hijo de los dioses”. Entonces Nabucodonosor ordenó a Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, que salieran del fuego. “Ahora yo, Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y Él puede humillar a los que andan con soberbia”. (Daniel4:36).

Espiritualmente, al enfrentar las realidades del ser humano a nivel personal, como Iglesia, como integrantes de un país, si queremos que ese Dios de Daniel sea nuestro Dios, tomemos en cuenta que
hemos sido llamados como un remanente al que Dios librará de toda maldad, de toda idolatría, de toda práctica que vaya en contra de nuestro ser cristianos, de todo aquello que nos separe de Dios y de la historia que con Él se ha construido en este país. ¡Declaramos que Venezuela es territorio de Dios!

Pastor Samuel Olson

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