•  
  •  

Domingo 16 de febrero 2014

Thumb_16Feb2014 Aprendamos a Dar

El Apóstol Pablo, en su tercer viaje misionero, fue recolectando dinero para los creyentes pobres de Jerusalén. Las iglesias en Macedonia dieron dinero a pesar de ser muy pobres, y dieron mucho más de lo que Pablo esperaba. Era una dádiva con sacrificio, porque eran pobres pero querían ayudar. Lo más trascendente del hecho de dar, no radica en la cantidad sino en el por qué y en el cómo damos. Dios no quiere dádivas apresuradas o de mal humor. Al contrario, quiere que demos como lo hicieron esas iglesias, como una ofrenda a Cristo, con amor a los creyentes, con alegría al saber que ayudamos a quienes están en necesidad y porque al dar seremos retribuidos grandemente. “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas”. (2 Corintios 8:1-3).

En aquellos tiempos, había mucha confusión acerca de las distintas formas de prosperidad, tantas que casi destruyen el concepto de la ofrenda cristiana. Pablo trataba de enseñarles a los hermanos de Corintos acerca del acto de ofrendar y los estimulaba, incluso, a discernir sobre qué y cómo ofrendar, analizando quién solicita la ofrenda y para qué. No es bíblico obligar a ofrendar, exigir o manipular para ello. Pablo dice al respecto que los hermanos de Filipos, Tesalónica y Berea, se habían unido para ayudar a otras iglesias, más allá de su propio grupo de hermanos y amigos, y por encima de sus posibilidades. Al unirnos con otros creyentes para llevar a cabo la obra de Dios, fortalecemos la unidad y contribuimos al crecimiento del reino de Dios. Los creyentes corintios sobresalieron en todo, tuvieron fe, buena predicación, mucho conocimiento, mucha solicitud, mucho amor y Pablo quería, además, que fueran líderes en ofrendar. Dar es una respuesta natural del amor. Pablo no les ordenó que dieran, sino que los estimuló a probar que su amor era sincero. Cuando amamos a alguien, queremos darle nuestro tiempo y nuestra atención, así como suplir sus necesidades. “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”. (2 Corintios 8: 7).

Aprendamos a dar, a ser generosos, a abrir nuestros corazones para bendecir a Dios con nuestra ofrenda. Esta es una actividad del Espíritu Santo en nuestras vidas. Jesús murió por nosotros, para que fuéramos enriquecidos con su gracia. Él lo dio todo por y para nosotros. Nos liberó al cargar la cruz, ser torturado y morir crucificado, para que cambiáramos nuestra forma de ser, para que como cristianos demos de nosotros todo cuando podamos: tiempo, conocimientos, habilidades, destrezas, servicio, prédicas, educación, lecturas, asistencia médica, recreación, entretenimiento. En fin, dar de lo que tenemos. “Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene”. (2 Corintios: 8:12)

Nuestra Iglesia necesita de todos y de todo lo que puedan dar. Dios va a poner en sus corazones lo que ustedes puedan dar. No es dar para que unos reciban y los que dan sufran escasez. No, es ser sensible a las necesidades de otros y así, esos otros también serán sensibles a nuestras necesidades. Dios nos bendecirá con la igualdad del dar y recibir. “Porque no digo esto para que haya para unos holgura y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos”. (2 Corintios: 8:13-14).

En nuestra Iglesia la gestión administrativa la realiza un grupo de profesionales especializados en esta área y quienes conocen de las capacidades y necesidades de cada uno de sus miembros. Es importante que sepan que esta comunidad puede confiar totalmente en estas personas. Atrévase a creer en los demás, a servir y amar a su prójimo. El que siembra generosamente, generosamente segará. “Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia”. (2 corintios 10). Todo cuando poseemos proviene de Dios.

Deja una respuesta