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Domingo 15 de diciembre 2013

Thumb_15Dic2013Una Obra de Gracia

Durante su tercer viaje misionero, el Apóstol Pablo fue recolectando dinero para los creyentes pobres de Jerusalén. Las iglesias en Macedonia -Filipos, Tesalónica y Berea- dieron dinero a pesar de ser también pobres, y dieron mucho más de lo que Pablo esperaba. Estas iglesias estaban sufriendo gran hambruna y padeciendo de exclusión de la sociedad, incluso niños y ancianos. Los aportes hechos por estas iglesias de Asia, despertaron suspicacias en los corintios. Sin embargo, Pablo enfoca el tema de la recolección de fondos diciéndoles a los
corintios como otros han respondido a esta necesidad y les insta a mostrar su amor en una forma tangible; por eso, al escribirle, desde Macedonia, Pablo esperaba que la generosidad de esas iglesias animara a los creyentes de Corinto y los estimulara para solucionar sus problemas y para unirse en hermandad. Al hacerles esta invitación,
presenta una defensa firme de su autoridad como apóstol genuino y rechaza los ataques de los falsos apóstoles.

“Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad”.(2 Corintios 8:1-2). Los hermanos de Macedonia, a pesar de
su pobreza decidieron compartir de lo que tenían en un derroche de generosidad; porque lo sobresaliente del dar no radica en la cantidad sino en el por qué y en el cómo damos. Dios no quiere dádivas que no sean sinceras, desea que ofrendemos como lo hicieron esas iglesias: como una dedicación a Cristo, amor por los creyentes, la alegría de ayudar a aquellos que están en necesidad y porque es correcto hacerlo. “Porque doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos
que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos.

Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios; de manera que exhortamos a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia”. (2 Corintios 8: 3-5). Pablo les dice a los Corintios que va a presentar cuentas de todas las ofrendas recibidas de las iglesias de Asia, que estaría acompañado de su cuerpo de asesores y de
Tito, para explicarles cómo administraban las ofrendas, rindiéndoles cuenta de todo cuanto se hace con lo aportado. “De manera que exhortamos a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia. Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”. (2 Corintios 8: 6-7) Debemos ser sumamente cuidadosos deluso que demos a las ofrendas, porque éstas son un privilegio para servir a los demás.

Nosotros participamos en dar vida, paz y alegría, con estos aportes, para la transformación de muchos. Cuando diezmamos estamos sirviendo a Dios. Es una Obra de Gracia porque el reino de Dios se extiende a través de la preocupación y el ahínco de los creyentes, en su afán de ayudar a quienes más lo necesitan.

Los creyentes corintios sobresalieron en todo: tuvieron fe, buena predicación de la palabra, mucho  conocimiento, mucha solicitud y mucho amor. Pablo quería, además, que fueran líderes en ofrendar. Dar es una respuesta natural del amor. Pablo no les ordenó a los corintios que dieran, sino que los desafió a probar que
su amor era sincero. Cuando usted ama a alguien, quiere darle su tiempo y su atención, así como suplir sus necesidades. “No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro. Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor
a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8: 8-9)

Ofrendar es un privilegio, multiplicamos nuestra ofrenda cuando nos entregamos verdaderamente a Dios, cuando cumplimos su voluntad y ofrendamos nuestra vida a Él. Dar de mí a otros es un privilegio divino,
una Obra de Gracia.

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