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Boletín 18 de junio de 2017

¿Eres hijo de Dios?

Romanos 9:1-9 “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.  Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo”

Los primeros 8 capítulos de Romanos son la afirmación de que la salvación depende la fe y confianza en la obra redentora de Cristo en la cruz, y se consolida con su resurrección, derramando la oportunidad de salvarse ante la humanidad, quiere que todos procedan al arrepentimiento, no es para un grupo, es para todos, es el Espíritu Santo quien ante la sensibilidad humana nos busca, nos llama la atención a todos para el arrepentimiento, quiere que todos lleguen al arrepentimiento.

No hay una precondición, la condición es que oyendo puedas proceder en la fe a la obra de Cristo, este es el plan eterno de Dios, su deseo es salvarnos, pero sin aceptar a Cristo no se cumple ese propósito en tu vida, no todos llegan al arrepentimiento pero es una decisión personal, por eso Pablo al final de capítulo 8 exhorta que todas las cosas son para bien para los que aman a Dios.

En la historia del antiguo testamento podemos ver como siempre había un remanente fiel que amaba a Dios, pero la mayoría hacía su vida a su manera, sin una relación verdadera con Cristo, llega un momento en que decimos hasta aquí, me rindo, y a partir de allí comienza la vida de fe, es ese momento que marca la transformación en los hijos de Dios.

Podemos vivir como un cristiano, vestir como un cristiano y no ser cristiano, la pregunta es ¿Eres un hijo de Dios? Debe haber una congruencia en lo que eres y lo que muestras, en algunos momentos de la vida Dios nos da una promesa y sabemos que esa voz es de Dios, aquí comienza el propósito de Dios, fuimos separados de su gloria, pero su labor inicia de nuevo a través de hombres de fe, con la labor de crear una nueva humanidad, los que viven por fe, confiándose a Él.

En Jesús se forja el nuevo pueblo, la nueva humanidad de la que somos parte, con una presencia única del Espíritu, esperando y creyendo en su promesa, porque lo que ha prometido lo va a cumplir, nos puede pedir cosas inverosímiles como hizo con Abraham cuando le dijo que saliera de Ur, pero el promete estar con nosotros siempre ¿Lo crees?

A Sara le costó unos errores llegar a la promesa, pero el Señor hace, necesitamos caminar con las verdaderas promesas de la Palabra, porque esas promesas se van a cumplir.

Pastor Samuel Olson
Culto dominical 11 de junio de 2017

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