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Boletín 14 de julio 2013

Tumb_15Jul2013Bástate mi gracia

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío”. (Salmo 42:5) Demos
gracias a Dios y recibamos sus beneficios, su unción, la activación del Espíritu vivificante. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Gracias a Dios porque a pesar de nuestros errores Él continúa amándonos
y perdonándonos. Amén.

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase  esmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de
Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;nrespecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por  tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:7-10)

Me apasiona la respuesta del Señor: «Bástate mi gracia». En esta respuesta, en esta revelación, se personifica a Jesucristo mismo: Jesús el Salvador. Jesús el que te arregla. Jesús el que te repara. Jesús el que te capacita
para que sigas funcionando. Todos hemos tenido esas experiencias en las que nos volvemos como mecánicos, tratando de resolver nuestros vehículos. Ojalá tuviéramos la misma perseverancia para arreglar nuestras relaciones familiares y particulares. Cuando aplicamos la misma dedicación al intentar reparar un vehículo.
Dediquémonos de la misma manera, sin rendirnos, hasta encontrar la resolución. Estaba una vez un joven que tenía un vehículo varado en medio de la vía, intentando hacer que anduviera, en eso un vehículo lujoso se para a su lado y de él se baja un anciano quien le ofrece su ayuda, él joven acepta incrédulo, y el anciano con unos simples arreglos logró
hacer andar nuevamente el vehículo. El joven asombrado le da las gracias y le pregunta cómo lo hizo; y el anciano le
respondió: Yo soy Henry Ford, yo construí este vehículo. Así, es con nosotros, Dios es nuestro creador y Él quiere repararnos.

La vida del anciano Job me ha inspirado mucho. En su vida vimos como el destructor le quitó todo lo que tenía. Y a pesar de la destrucción, Job seguía confiando en la gracia de Dios. En medio de su angustia personal, el exclamó: “¡Pero yo sé que mi Redentor vive!” (Job 19:25a) Y además agregó: “y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios.” (Job 19:25b-26) ¡Aleluya! ¿Puede usted exclamar estas palabras de confianza y fe en Jesucristo el Redentor? En medio de su situación personal, siempre recuerde estas palabras: «Bástate mi gracia» Oración: Jesucristo, te amo. Gracias. Gracias por sus dádivas, gracias por el milagro de tu amor, gracias por sostenerme con tus manos.

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