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Santificado sea tu nombre

Mateo 6:9 Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Santificado sea tu nombre. El nombre de Dios es santo, al orar santificando el nombre de Dios no significa que hagamos santo Su nombre, sino que reconocemos su profunda santidad.

Ya hemos visto que Dios es nuestro Padre y que reina en majestad, por eso está en los cielos, ahora reconocemos que Su nombre es santo, El Señor es conocido como nuestro sanador, nuestro libertador, príncipe de paz, pero no olvidemos que ÉL es el YO SOY (Éxodo 3:14).

Santificar el nombre del gran YO SOY es proclamar que nuestro Dios es sobre todas las cosas, ante cualquier necesidad Él es YO SOY. Nuestro Padre no ha cambiado, Él no nos abandona, Él no nos olvida, Él está cerca de cada circunstancia de nuestro día a día, no es ajeno a nuestra realidad, acerquémonos ante el trono de su gloria para que podamos alcanzar misericordia (Hebreos 4:16).

Ahora bien, ¿Cómo logramos que en nuestro día a día el nombre de Dios sea santificado? Antes que nada debemos reconocerlo en cada área de nuestras vidas, en esta oración del Padre Nuestro Jesús nos enseña que debemos alabarle, santificarle, loarle, darle el lugar que se merece el cual no es más que el centro de todo, nuestro Dios es Santo y esa santidad es garantía que Él cumplirá sus promesas sobre nosotros, santificar su nombre es declarar tanto al exterior como a lo más profundo de nuestro ser que Él nunca incumplirá lo que dijo con sus labios, Él en su santa voluntad honrará sus promesas.

En esta semana de oración no dejemos de alabarle, glorificar su nombre, darle honra y agradecerle por tan increíble salvación, la cual nos fue dada por medio de su hijo Jesús, santifiquemos el nombre de Dios, pero no solo con nuestros labios, sino también con nuestros cuerpos, a fin de presentarnos ante Su presencia como obreros amados que no tienen de que avergonzarse (2 Timoteo 2:15), su nombre es SANTO, santifiquemos Su nombre.

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