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Boletín 15 de octubre de 2017


¿Dónde están tus frutos?

Mateo 7:15-20 15 “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.

En este versículo del libro de Mateo, el Maestro nos quiere decir, que encontraremos a menudo lobos vestidos de ovejas, y seguramente a simple vista sea imposible reconocerlos, pero el Señor nos dice que es por sus frutos que vamos a distinguirlos. La única manera de visualizar al lobo detrás de la oveja es viendo lo que hace. Así de importante es todo lo que hacemos en la vida, y el fruto se relaciona no solo con nuestras acciones sino con nuestros pensamientos. 

A veces pensamos que solo porque no lo llevamos a cabo no es pecado, pero si lo es. Jesús en el sermón del monte condena mas allá de la acción, un simple pensamiento; y nos damos cuenta que a Dios le interesan mucho nuestras motivaciones, por lo tanto, nos demanda un corazón contrito y humillado que se deje moldear por Él, que permita que las conductas erradas se modifiquen, y sobre todo, que pueda dar frutos de árbol bueno. Todo lo que hagamos en la vida, aun los pensamientos, van a producir un resultado, para bien o para mal.

Es tan importante este asunto para Jesús que en Juan 15:16 le dice a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. No hemos sido salvos por una oración, estamos aquí porque la gracia de Dios impactó nuestra vida con tal magnitud, que fue impregnado todo nuestro ser por su presencia, al punto que podemos entender que fuimos elegidos por Dios para gracia y honra de su nombre.

Él no nos llamó solo para que nos conformemos con la salvación, nos eligió para que fuéramos  diferentes, para llevar frutos, para que produzcamos buenas consecuencias. Ese fruto que debemos dar no solamente tiene que producir resultados, sino que esos resultados deben permanecer a través del tiempo.

Con frecuencia, nos gusta repetir el final de ese versículo donde dice que todo lo que pidamos al Padre en su nombre Él lo hará, pero no por nada está vinculado con la primera parte. Es una condición, si queremos que esto suceda debemos antes darle frutos buenos y que permanezcan. Por eso Dios nos habla que tenemos que producir en nuestra vida el fruto de la cepa de la cual hemos sido formados.

En el libro de Apocalipsis, el Señor repetidamente amonesta a la iglesia y le recuerda que Él conoce todo de ella, diciéndole en otras palabras: “tú podrás engañar a todos con apariencias, pero a mí no, porque yo conozco tus obras”. Le dice a la iglesia que a Él no se le escapa nada, que ha visto lo bueno, pero también lo malo, que conoce nuestras aflicciones, nuestro arduo trabajo, nuestro amor y servicio, nuestras necesidades y tribulaciones; pero también ha visto que no somos fríos ni calientes, que creemos estar vivos cuando en realidad estamos muertos, que hemos dejado el primer amor, y que no hemos permanecido firme en nuestras convicciones. Por consiguiente el Señor nos dice, ve de donde caíste y arrepiéntete, pues tengo contra ti que no estás viviendo acorde a ese fruto que debería producir mi palabra en ti.

Hay una parábola en Lucas 13:6-9 en la que se da una conversación del Padre con el Hijo. El Señor, es el señor de la viña y Jesús, el viñador. Hay gente que toma un refrán y dice que en la viña del Señor hay de todo, pero eso no puede ser así, en la viña del Señor solo puede haber lo que el sembró.  Así como en la parábola, el Padre vino a buscar su fruto, Él vendrá a ver las consecuencias de lo que  sembró en cada uno de nosotros. Jesús nos conoce perfectamente, y aun así, intercede ante el señor de la viña para que no nos corte, para que tengamos otra oportunidad más; le pide que le deje trabajar en nosotros, cavar a nuestro alrededor y abonarnos, pues Él quiere hacer todo lo posible para que seamos los hombres y mujeres que Él desea, que donde se paren mantengan su frente en alto porque viven conforme al evangelio, y que sus vidas honren a Dios pues corren a diario diligentemente para hacer lo que el Señor los llamó a hacer. 

José Gregorio Ferreira

Culto dominical 08 de octubre de 2017

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