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Domingo 9 de marzo 2014

Thumb_09Mar2014PROTECCIÓN DIVINA

Cuando llegamos a los pies del Señor e iniciamos una vida como cristianos, solemos encontrar resistencia en personas que han compartido nuestra vida anterior, o de aquellos que viven de espaldas a Dios. Al ser atacados o criticados por esas personas, debemos colocarnos La Armadura de Dios, esa que tan bien describe el Apóstol Pablo, quien tuvo que soportar todo tipo de
afrentas y argumentos en contra de su fe. Sus detractores cuestionaron incluso su autoridad, porque si bien los corintios
en su mayoría estuvieron del lado de Pablo, un grupo reducido lo denigraba diciendo que siendo estricto en sus cartas, personalmente carecía de autoridad.

“Yo Pablo ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros,
mas ausente soy osado para con vosotros, ruego pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne”. (2 Corintios 10:1-2). Aunque tengamos sentimientos, deseos, intereses o costumbres en la carne, no militamos según la carne. No somos mundanos, ni seguimos a falsos líderes, más bien debemos ir derribando sus argumentos al discernir los valores que nacen en la justicia, la rectitud, la nobleza, todos los valores de Dios. Los cristianos pertenecemos al ejército de
Cristo, somos sus soldados y debemos usar las herramientas, las armas de esa milicia. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento en obediencia a Cristo”. (2 Corintios 10: 3-4).

Es un aprendizaje que nos va revistiendo con una coraza, una armadura resistente a las críticas o tergiversaciones de quienes nos cuestionan o atacan. Los conflictos que vivimos a diario, la
violencia que nos rodea, las luchas continúas, los crímenes, el odio, la maldad, son armas de la destrucción. No caben en el mundo cristiano. No las dejemos entrar en nosotros. Hay dos mundos: el de la luz y el de las tinieblas, de la oscuridad. Nosotros decidimos en cuál debemos andar. Jesús
militaba en una sociedad tan humana como la nuestra, pero Él, ante todos cuantos le rechazaban, les hablaba de los verdaderos valores y lo hacía ejemplarizantemente. Hay una diferencia importante entre obedecer y honrar. Obedecer significa cumplir lo ordenado; honrar es mostrar respeto
y amor. Los hijos no están obligados a desobedecer a Dios por obedecer a sus padres, aunque el honrarlos sea de por vida. Poniéndo este ejemplo, vemos como Pablo nos lo explica en Efesios 6: 10: “ Por lo de más hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Si nos acostumbrarnos a ver la violencia, el pecado, la mandad como parte de nuestro diario vivir, si aceptamos que nuestros hijos jueguen a la guerra o al crimen, si vemos como normales el aborto,
el divorcio, el asesinato y la injusticia, no tendremos fuerzas para atacar al enemigo, no estaremos protegidos, carecemos de armadura.

Cubrámosnos con la Armadura de Dios, reforcémosla ante cada ataque del enemigo y estemos siempre, diariamente, preparados para argumentar, explicar, orar con aquellos cuyas armas no son de verdad, pero que también hacen daño. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. (Efesios 6: 12).

Tu mejor protección frente al pecado, es La Armadura de Dios, úsala.

Pastor Samuel Olson

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