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Domingo 2 de marzo 2014

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LA ARMADURA DE DIOS

 

Pablo tuvo que defender su autoridad como Apóstol de Cristo, refutando a los falsos maestros que se encontraban en Corinto, quienes ponían en duda su autoridad y cuestionaban su causa evangelizadora.

En su segunda carta a los Corintios, enfatiza este tema y revisa su ministerio, para demostrar la validez de su mensaje y urgirlos a no apartarse de la verdad. “Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y
ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, más ausente soy osado para con vosotros”. (2 Corintios 10:1). Aunque la mayoría de los corintios estuvo del lado de Pablo, una minoría siguió denigrándolo. A ellos se dirige irónicamente, para que se cuiden de no mal interpretar su mansedumbre, porque si bien ha logrado dominarse, porque el espíritu de Cristo se exprese a través de él, también puede ser firme, demostrando su autoridad ante aquellos que querían corromper la fe cristiana con un espíritu de engaño, torciendo la verdad.

Ante esa situación, es contundente al afirmar que sería osado, firme y claro. Nosotros, como humanos, somos frágiles, pero no por ello tenemos que utilizar recursos propios de los hombres, de lo
mundano; al contrario, debemos valernos de los métodos que Dios nos da. Pablo asegura que éstas armas son poderosas y efectivas. Se refiere a la oración, la fe, la esperanza, el amor, la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”. (2 Corintios 10:3-4).

Al militar en el ejército de Cristo, al ser sus soldados, no vivimos según la carne. Tenemos que decidir cuáles son nuestras armas, porque éstas son poderosas en Dios para nuestra fortaleza. Las armas de
la carne son conflictos, violencia, luchas innecesarias, guerras, asesinatos, odio, maldad, todas armas de destrucción. Hay dos mundos: el de la luz y el de la oscuridad, tenemos que decidir en cuál queremos andar.

Luchamos en una guerra espiritual continua; por eso, Pablo nos dice que usemos cada pieza de la armadura de Dios para resistir los ataques del maligno y permanecer firmes. “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de
Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. (Efesios 6:10-11).

Si vivimos contemplando la maldad como parte de nuestras vidas, bien aceptando juguetes violentos para nuestros niños o vemos películas de asesinatos, robos y violaciones, nos abrimos a conductas
que nos llevarán a la destrucción. Inconscientemente vamos aceptando esas aberraciones como normales, afectando nuestra neurolingüística, cambiando nuestra forma de ver la vida, confundiéndonos al aceptar la malo como normal. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. (Efesios 6:12).

Cuando luchamos contra las tinieblas, debemos fortalecernos no sólo individualmente, sino como iglesia, cuyo poder viene del Espíritu Santo de Dios. Aunque estemos seguros de la victoria,
debemos batallas hasta que Cristo venga, porque Satanás lucha constantemente en contra de todos los que están al lado del Señor. Requerimos de poder sobrenatural para vencer al maligno y Dios nos lo da a través del Espíritu Santo que está en nosotros y su armadura nos rodea y protege. “Por tanto, tomad la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar
firmes. Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia”. (Efesios 6: 13-14).

Pastor Samuel Olson

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