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Archive For: Segunda Semana de Oración

Mas líbranos del mal

Mateo 6:13 mas líbranos del mal.

Enlazados con “no nos metas en tentación” venimos hoy con la frase “mas líbranos del mal”, este es otro clamor que hace el hombre pecador mientras ora siguiendo el esquema del Padre Nuestro.

Con esta frase le decimos a Dios que no permita que nuestros pasos nos dirijan hacia el mal, hacia el vicio, hacia la pasada manera de vivir. Dice la palabra que no hay justo ni aun uno, todos somos pecadores y mientras estemos en esta carne tenemos amplias posibilidades de ser seducidos por el mal.

Nuestro deseo ha de ser santos como Dios es santo (Levítico 20:7) y apártese del mal todo aquel que invoque el nombre de Cristo (2 Timoteo 2:19), en ese sentido sabemos que el mal nos alejará de la comunión con Dios, sucumbir ante las circunstancias pecaminosas van cauterizando nuestras conciencias haciendo que no distingamos entre lo bueno o malo.

El mal es capaz de hacernos perder la visión, es como si nos colocáramos unos lentes con un aumento distinto al que necesita nuestros ojos, empezaremos a ver distorsionadas las letras al principio y nos acostumbraremos a leer así, sin percatarnos que estaremos dañando nuestra vista irremediablemente. En esa misma forma el mal va entrando en nuestra mente y nuestra vida, es allí cuando a lo bueno le decimos malo y a lo malo le decimos bueno dañándonos considerablemente.

Solo la fuerza sobrenatural del Señor es capaz de librarnos del mal, inclusive del mal que podría existir en nuestro interior por el simple hecho de ser humanos, no olvidemos que por naturaleza somos pecadores, pero también somos redimidos por el sacrificio de Cristo en el calvario, por su salvación hemos sido cubiertos por una bondad infinita, una gracia tan sublime que nos lleva a decir de una manera agradecida ¡PADRE NUESTRO!

En esta semana de oración que culmina alcemos nuestra voz en adoración reconociéndole como Padre, como quien nos cubre y guarda desde ahora y para siempre.

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Y no nos metas en tentación

Mateo 6:13 Y no nos metas en tentación.

La oración del Padre nuestro va tocando varios puntos los cuales son por si solos son un manantial de sabiduría y conocimiento para nosotros; Dios como nuestro Padre, su magnificencia al estar en los cielos, Su santidad, el anhelo que Su reino tome nuestras vidas la necesidad de que se haga Su voluntad, la provisión de Dios y Su perdón, hoy desarrollaremos “no nos metas en tentación”.

En la oración del Padre nuestro vemos la inmensidad de Dios y la necesidad del hombre de ser perdonado y guardado del pecado. Si una persona se quema con fuego no querrá que eso ocurra de nuevo, o quien ha sufrido una fractura de un hueso jamás deseará que eso vuelva a suceder, algo así ha de ser nuestra actitud ante el pecado y la tentación.

No nos metas en tentación es el clamor del pecador que le dice a su Señor que no quiere hacer nada que le ofenda, es la declaración de nuestra debilidad y la confesión que nuestra naturaleza es pecaminosa.

Para ejemplificar esto imaginemos que por un instante el Dios que nos toma de la mano y nos guía dejara de hacerlo, o que por un momento la fuerza divina que nuestro Padre nos ha dado para afrontar las dificultades fuera removida de nosotros, ante tales escenarios estaríamos irremediablemente perdidos, a ello nos expondríamos si Dios permitiera que estemos en tentación.

Este clamor reconociendo la debilidad del ser humano fue el que hizo el rey David luego de haber pecado con Betsabé, veamos el Salmo 51:11 No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. David sabía que había pecado, pero su mayor preocupación, su angustia, era que Dios se apartara de él, David sabía que sin la fuerza que provenía de su Señor estaba perdido, sin rumbo ni esperanza.

Todo cristiano debe clamar a Dios de manera genuina el no caer en tentación, debemos orar para que nuestra debilidad no se enfrente a la tentación sin la fuerza de Aquel que venció la muerte y el pecado.

En esta semana de oración humillémonos y pidamos a Dios genuinamente que su bondad nunca se acorte y nos proteja de pecar.

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Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra

Mateo 6:10 Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Los seres humanos tenemos la tendencia a querer imponer nuestra voluntad, veamos un simple ejemplo, en los últimos 6 mil años la tierra ha experimentado solo 292 años de paz, nuestro anhelo incesante de tener la razón y que se haga nuestra voluntad ha hecho que prácticamente no podamos vivir en paz.

El querer que se haga nuestra voluntad genera en nosotros tal nivel de angustia que prácticamente empezamos a estar en guerra hasta con nosotros mismos, nos presionamos cuando algo no sale conforme a nuestro deseo, nuestro anhelo de control genera estrés y frustración en nosotros. El Apóstol Pablo sufría de un mal físico, un aguijón en su carne (2 Corintios 12:7-9), el no estar libre le generaba angustia tanto que llega a decir que ha orado 3 veces para ser libre, Pablo deseaba que su voluntad se cumpliera, pero Dios le dice “bástate mi gracia”. Cuando leemos esta declaración nos damos cuenta que está llena de verdad y esperanza. Dios sabe lo que es mejor para nosotros, Él sabe lo que ha pasado, lo que está pasando y lo que pasará al ser esto así ,¿no sería más sensato darle las riendas de nuestra vida a Aquel que todo lo sabe? En la oración del Padre Nuestro pedirle a Dios que haga su voluntad en nuestro día a día es darle el timón del barco de nuestras vidas al mejor capitán que pueda existir.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra se convierte entonces en la más lógica declaración que un ser humano puede decir, de hecho, el mismo Señor Jesucristo lo declaró en el Getsemaní antes de ser entregado pidiendo que se hiciera la voluntad del Padre y no la propia (Lucas 22:42).

Debemos entender que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2) y que Dios nos guía en todo momento por sendas de justicia por amor a su nombre. Esta semana de oración clamemos para que la voluntad de Dios sea manifiesta no sólo en nuestras vidas, en nuestros familiares y amigos sino también en toda nuestra nación, si se establece la voluntad del Padre en cada corazón pasaremos de la densa oscuridad a la luz admirable.

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Venga tu Reino

Mateo 6:10  Venga tu reino. Cuando se cita esta porción de la palabra muchos estudiosos hablan de la necesidad que se establezca un gobierno celestial en la tierra, un sistema político correcto, otros expresan que es un clamor por la segunda venida de Cristo, ambas posturas son correctas nuestro planeta necesita el gobierno de Cristo en la tierra, pero ese gobierno también lo necesita nuestro ser.

Venga tu reino no es solamente un clamor, es un permiso que le damos al Señor para que se adueñe de cada área de nuestra vida, si recordamos lo estudiado hasta ahora en la oración del Padre Nuestro, hemos dicho que le reconocemos como Padre ,y de hecho uno muy cercano, pero también le reconocimos como soberano y con toda autoridad puesto que está en los cielos, ahora estamos proclamando que le necesitamos, clamamos por su manifestación en nuestras vidas, queremos decir como el Apóstol Pablo “ya no vivo yo sino que vive Cristo en mi” (Gálatas 2:20).

Todos anhelamos llegar a ser como Cristo, a la estatura de un varón perfecto (Efesios 4:13), esa es la única manera de poder vivir una vida plena, mientras le demos menos espacio a nuestro yo y más a Cristo empezaremos a ver las cosas como Dios las ve ese es la manifestación del reino de Dios en la tierra. Cuando tengamos un problema sabremos que en Jesús somos más que vencedores (Romanos 8:28), cuando tengamos tribulación declararemos que en Cristo los problemas traen sobre nosotros un eterno peso de gloria (2 Corintios 4:17)  imaginemos por un momento que logremos que venga el reino de Dios a la tierra por medio de la manifestación del Espíritu Santo en nuestras vidas, eso sí sería una transformación radical a nuestro entorno, los beneficios serían inmensos la sociedad entera comenzaría a ser cambiada positivamente, el que robaba ya no robaría más, el que mentía ya no lo haría más (Efesios 4:28)  y así todos los flagelos que perjudican a la sociedad sería erradicados.

Durante esta semana de oración clamemos por la manifestación del reino de Dios en la vida de cada cristiano, que los corazones sean movidos conforme al corazón de Dios, viendo las cosas como Él las ve y moviéndonos de acuerdo a la acción del Espíritu Santo en nosotros, vivamos el reino de Dios siendo hijos, sal y luz en medio de tanta tiniebla.

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Santificado sea tu nombre

Mateo 6:9 Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Santificado sea tu nombre. El nombre de Dios es santo, al orar santificando el nombre de Dios no significa que hagamos santo Su nombre, sino que reconocemos su profunda santidad.

Ya hemos visto que Dios es nuestro Padre y que reina en majestad, por eso está en los cielos, ahora reconocemos que Su nombre es santo, El Señor es conocido como nuestro sanador, nuestro libertador, príncipe de paz, pero no olvidemos que ÉL es el YO SOY (Éxodo 3:14).

Santificar el nombre del gran YO SOY es proclamar que nuestro Dios es sobre todas las cosas, ante cualquier necesidad Él es YO SOY. Nuestro Padre no ha cambiado, Él no nos abandona, Él no nos olvida, Él está cerca de cada circunstancia de nuestro día a día, no es ajeno a nuestra realidad, acerquémonos ante el trono de su gloria para que podamos alcanzar misericordia (Hebreos 4:16).

Ahora bien, ¿Cómo logramos que en nuestro día a día el nombre de Dios sea santificado? Antes que nada debemos reconocerlo en cada área de nuestras vidas, en esta oración del Padre Nuestro Jesús nos enseña que debemos alabarle, santificarle, loarle, darle el lugar que se merece el cual no es más que el centro de todo, nuestro Dios es Santo y esa santidad es garantía que Él cumplirá sus promesas sobre nosotros, santificar su nombre es declarar tanto al exterior como a lo más profundo de nuestro ser que Él nunca incumplirá lo que dijo con sus labios, Él en su santa voluntad honrará sus promesas.

En esta semana de oración no dejemos de alabarle, glorificar su nombre, darle honra y agradecerle por tan increíble salvación, la cual nos fue dada por medio de su hijo Jesús, santifiquemos el nombre de Dios, pero no solo con nuestros labios, sino también con nuestros cuerpos, a fin de presentarnos ante Su presencia como obreros amados que no tienen de que avergonzarse (2 Timoteo 2:15), su nombre es SANTO, santifiquemos Su nombre.

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Vosotros pues orareis así

Iniciamos la semana de oración, ¡sea exaltado el nombre de nuestro Dios! Estaremos estudiando una de las más bellas porciones de la palabra, el Padre Nuestro, Mateo 6:9-13 9 Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

Padre nuestro que estás en los cielos, que declaración tan gloriosa para iniciar una oración, esta frase resume el sentido de intimidad que tenemos con nuestro Dios.

Dios no es ajeno a nuestra realidad, no es un ser celestial que se limita a observarnos como sus criaturas, él es nuestro Padre, nos ama con amor eterno, su misericordia y bondad se extienden sobre nosotros con el sentido de familiaridad y cercanía como lo haría un padre amoroso. Es increíble comenzar nuestras oraciones diciéndole a Dios que reconocemos que él está cercano, que él conoce nuestros corazones y pensamientos, que él siempre nos ha cuidado inclusive cuando no teníamos conciencia de nuestro propio ser. Decirle que es nuestro padre es la declaración de confianza y fe más poderosa que existe, le decimos a Dios que sabemos que todo lo que pasa en nuestras vidas está siendo cuidado hasta el último detalle por él y que todo ayuda a bien (Romanos 8:28).

Y Dios no es un padre común, primeramente es nuestro, pero segundo está en los cielos, nuestro Padre Celestial tiene toda la autoridad que pueda existir, está por encima de todo y de todos, el reina sobre todas las circunstancias, nada se escapa a su majestad y conocimiento, la oración del Padre Nuestro, inicia pues con la más sublime declaración de rendición ante nuestro Señor, reconociendo su amor, su cercanía y también su poder y autoridad.

Iniciemos esta semana de oración reconociendo que él es Admirable, Consejero Dios Fuerte y Padre Eterno (Isaias 9:6), acerquémonos a él con gratitud, al único y eterno Dios, a nuestro Dios quien cuida de nosotros.

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