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Domingo 2 de febrero 2013

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VEN, SÍGUEME, NO DESMAYES

El Apóstol Pablo, llamado primeramente Saulo, persiguió a los cristianos, hasta que el mismo Cristo resucitado lo confrontó y lo colocó frente a la verdad del evangelio. Algunas veces, Dios irrumpe en nuestras vidas de forma espectacular, pero en la mayoría de las ocasiones lo hace en forma apacible, tranquila.

La verdadera manera de depositar nuestra fe en Jesús es aquella que Dios decide utilizar para cada uno de nosotros. Pablo reconoció a Jesús como su Señor y confesó sus pecados, rindió su vida a Él y decidió obedecerle. La verdadera conversión es el resultado de un encuentro personal con Dios, que nos guía a una nueva vida de relación con Él. La fe sin obras no es sustentable en nuestras vidas.

Necesitamos darle sentido, obedecer y hacer. ¿Cuál es su Plan de Vida? ¿Cómo es su
comunicación con Dios, su relación interna con Él? Pedro fue confrontado tres veces por Jesús:
¿Eres de veras mi amigo? le preguntó. Pedro respondía que sí, pero Jesús lo confrontaba de nuevo y no aceptaba las respuestas
precipitadas ni superficiales. Él sabe llegar a donde tiene que llegar. Pedro enfrentó sus motivos y sentimientos verdaderos cuando
Jesús lo interrogaba. Qué respondería Ud. si Jesús le preguntara: ¿Me amas? ¿Realmente, Ud. ama a Jesús? Pedro, sin tomar en cuenta lo que le deparaba el futuro y sabiendo que moriría crucificado, decidió seguir a Cristo.

Podemos enfrentar con temor e incertidumbre el futuro, pero debemos estar seguros de que Dios tiene el control y debemos seguirle con fe absoluta. Cuando Pedro le preguntó a Jesús cómo moriría Juan, Jesús le respondió que no debía preocuparse por eso. Tendemos a comparar nuestra vida con la de otros, sea para racionalizar nuestro nivel de devoción a Cristo o para cuestionar la justicia de Dios. La respuesta que Jesús le dio a Pedro, también es válida para nosotros: “¿Qué a ti?”. Es decir: ¿qué te importa a ti eso?, sígueme tú. El Plan de Dios para Moisés, Abraham, José, David fue especial para cada uno de ellos, pero en común tenían una constante, todos ellos se mantuvieron bajo la dirección de Dios. Los diseños y designios de Dios son muy particulares y sólo debemos entender que Dios nos ha dado un destino en especial y que debemos definir, paso a paso, cuál será nuestro plan de vida. Hacer la ruta como cristiano. Saber a dónde vamos y clarificar suficientemente ese destino.

En Filipenses 3:13- 14, Pablo señala: “Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago, olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Debemos enfocarnos en la meta, todo lo demás se encuentra en su lugar y su caminar y ambos se armonizan. Lo que nos distrae de ese objetivo, no nos sirve, dejémoslo de un lado para que no entorpezca y prosigamos a la meta del supremo llamamiento
de Dios, olvidando todo lo que queda atrás.

Hay factores, acontecimientos, obstáculos durante todo ese caminar a la meta, que nos llevan a replantearnos si queremos seguir en esa dirección. Esa es una decisión personal, basado en un acto de nuestra voluntad. Si carecemos de ella, no nos encaminamos a la meta. Pero: siga su plan. Permanentemente tenemos que tomar decisiones sobre muchas cosas, desde las más sencillas a las más
complicadas. En nuestra carrera a la meta, todo lo que hacemos y pensamos debe estar enfocado en lograr esa meta y pagar el precio de quien quiere llegar. Cuando queremos hacernos profesionales debemos pagar el precio de estudiar horas interminables,
perfeccionarnos constantemente, renunciar a fiestas, paseos, reuniones con amigos, etc.

Entonces tenemos que decidir si vamos a pagar ese precio. Primero hay que mantenerse enfocado y sin temor a lo que debamos afrontar. Cuando Timoteo tuvo miedo al quedarse solo como pastor, Pablo le escribió una carta diciéndole que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía sino de poder. A pesar de nuestros miedos y dudas, el Señor está con cada uno de nosotros. Él nos da la capacidad para hacer lo que debemos para recorrer y alcanzar el camino escogido. Es una especie de poder, de amor propio y de dominio, que nos mueve a seguir adelante, dominando nuestras pasiones; armonizando, distinguiendo e integrando lo que hago y enfocándolo hacia el gran objetivo: la meta. ¿Cuál es su disciplina? ¿Cuáles son sus valores éticos y morales? ¿Cuál su forma de ser y de vivir? ¿Cuál es su enfoque? Diga como Pablo: “pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y exponiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. (Filipenses 3:13-14).

Pastor :Samuel Olson

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