Ante la frustración e impotencia
Ante la actual situación que enfrentamos y los hechos que acontecen, aún más, ante cualquier crisis, no podemos dar como respuesta el silencio, o asomar la idea de que nada está pasando, o nada de ellos nos afecta como cristianos, como discípulos de Cristo. Toda esta situación nos afecta y toca como nación, como sociedad, como familia, como individuos y como iglesia. Y ante ello debemos dar respuestas.
Nuestras respuestas y acciones no pueden ser iguales a las de “otros”, pues se supone que quien sigue a Cristo es diferente. Ello no quiere decir que no podamos a su vez sentirnos frustrados e impotentes, frente a las situaciones y a la crisis, inclusive dentro de todo aquello que inunda nuestro pensamiento en tales circunstancias, llegamos a acariciar la idea de que Dios como que no está haciendo nada. Todo es muy frustrante y causal de impotencia.
La frustración es el malestar que resulta de no ver realizado aquello que se esperaba; es el derrumbe de la fe y la impotencia, el profundo e inconsolable dolor emocional que resulta de no poder remediar una situación o circunstancia desagradable. Ambos sentimientos son mucho más que la falta de poder para hacer algo o la debilidad que lo sume a uno en la inacción. Frustración e impotencia es sentir que nada podría librarnos de la dificultad, una completa desolación que resulta no solo de la improbabilidad de conseguir un efecto deseado o de evitarlo por medio humano, o sea no hagas nada porque nada puedes hacer. ¿Qué hacer con todo esto?
Ante tales sentimientos y circunstancias, acudimos a la voz de Dios, a su Palabra, a su Espíritu para que nos indique el camino. Y el Señor nos dice a través de la boca del apóstol Pablo en 2 de Corintios 4:7-10, que hay dos caminos para sobrellevar todo esto, su palabra nos indica que quien tiene a Jesucristo como centro de su vida no puede darse el lujo de angustiarse ante las tribulaciones, no se desespera ante los apuros, no se siente desamparado ante la crisis, no se siente destruido aunque le hayan derribado, porque he aquí que él ha colocado en nosotros que somos de barro frágil, frustrante e impotente, el tesoro más excelente de su poder, para llevar por todas partes consolación, ánimo, empuje y palabra de vida al desalentado. Si Cristo está en la barca de tu vida, no importa si sientes que él está dormido, lo importante es que esté en tu barca y que creas lo que Él te dijo en el inicio de tu viaje: “Pasa al otro lado”.
Quien está fundamentado en la roca que es Cristo, no puede evitar sentirse frustrado e impotente ante las situaciones, no puede evitar que sobre si descienda lluvia, vengan ríos y soplen vientos de adversidad, porque aunque seamos estremecidos por breve momento por ello, no sufrirá ruina, no caerá, pues él es quien te mantiene, tus armas son diferentes, tu clamor Él escucha, no te rindas de estar ante su presencia, intercede, ora, ora, no dejes de orar, no te angusties porque Él escucha, no te desesperes porque tu tienes esperanza, no te sientas desamparado, porque Él siempre responde y no te sientas destruido, porque en medio de tus circunstancias, Él está contigo ¿Quién contra ti?.
José Gregorio Ferreira
Culto Dominical 16 de Marzo de 2014