Domingo 8 de junio 2014
Adorar es abandonarse totalmente en las manos de Dios
La oración es muy importante en la vida de un cristiano. Ella es la que da el engrase a la armadura de Dios, dice la escritura “vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:11-18).Entonces la oración es como el aceite que se pone en una bisagra para aflojar y facilitar su funcionamiento.
La adoración es una de las múltiples aristas de la oración. Adorar es llegar a ese punto donde todo pierde importancia frente a la grandeza de Dios. Es entregarse por completo, como sacrificio ante su altar. Es entender que en su regazo es donde se encuentran la alegría y la verdadera paz, la certeza y la seguridad. Es descubrir que El Señor es nuestra riqueza verdadera y nada se le compara.
David llegó a ese nivel de entrega, por eso afirmó: “Es mejor pasar un día en tus atrios que vivir mil días fuera de ellos. ¡Prefiero estar a la puerta de tu templo, oh Dios, que vivir en las mansiones de la maldad!” (Salmo 84:10).
Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac, su heredero, su futuro, su sueño. Su entrega fue total, porque él conocía de cerca al Dios que lo sacó de Ur y le dio todas sus riquezas estando en tierras montañosas y no en el valle verde.
En Getsemaní, Jesús dijo: “…si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Su sacrificio en la cruz fue un acto de adoración al Dios Padre, en favor de toda la humanidad.
En los últimos días, la comunidad internacional ha sido impactada por la historia de Mariam Ishaq, una sudanesa de 27 años condenada a morir en la horca, por no renunciar a su fe en Cristo.
“No me rindo ante otros dioses, porque amo al único y verdadero Dios”, ha dicho esta joven madre. Su voz sacude la conciencia de los cristianos light, que se venden por cualquier cosa, y no están dispuestos a pagar el precio.
Muchos son llamados y pocos los escogidos. Sólo aquellos que no negocian su fe son parte del remanente de Dios.
¿A quién adoras? ¿Tu vida es un sacrificio ante quién? ¿Te rindes ante las cosas pasajeras del mundo que te rodea o estás dispuesto a ponerlo todo en las manos del Altísimo?
Pastor Samuel Olson
Prédica dominical
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