Domingo 16 de marzo 2014
Sometiendo nuestro pensamiento a Cristo
Los seres humanos somos frágiles criaturas que al enfrentarnos a las dificultades o al peligro, sentimos miedo. Sin embargo, ante las adversidades es necesario acudir a las poderosas armas de Dios,
para poder enfrentar las trampas del maligno. Los cristianos debemos decidir qué métodos emplearemos, si los de Dios o los de los hombres. El Apóstol Pablo nos dice que las armas de Dios son efectivas: oración, fe, esperanza, amor, la Palabra de Dios, el Espíritu Santo.
Sólo ellas pueden destruir el orgullo y los argumentos humanos que nos separan de Nuestro Padre Celestial. Tendemos a utilizar nuestros propios métodos, pero nadie puede desarmar esos obstáculos
sino con las armas que Dios nos brinda. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo”. (2 Corintios 10: 4-5).
Con las armas del espíritu, derribamos falsas verdades que muchas veces controlan nuestra forma de pensar y nos separan de la realidad, incluso haciéndonos actuar en contra del conocimiento de Dios. Nos separamos de Él y aceptamos argumentos que nos destruyen. Al ser altivos, al no llevar nuestro pensamiento a la obediencia a Cristo, y al no rendirnos ante Dios, reconociéndolo, siendo humildes, permitimos que nuestra vida se aleje de Él. Cuando estamos en Cristo, tomamos consciencia de nuestros sentimientos, pensamientos y actuaciones.
Nos preguntamos: si es justo, si es verdadero, si es sano o malsano, y tomamos esa verdad, sujetándola a Cristo, para que reconociéndolo como Nuestro Señor nos protejamos con su armadura y armemos el argumento de la verdad. Mi rabia, mi miedo, mi violencia interna los paso por ese
filtro y todos aquellos argumentos que nos separan de Cristo, quedan neutralizados. ¿Qué me está rodeando en este momento? ¿Qué digo como cristiano? ¿Qué puedo hacer? Hagámosno las preguntas necesarias y argumentemos las respuestas desde la óptica cristiana. Todo aquello
que nos separe de Dios, rechacémoslo, porque con el señorío de Cristo en nuestras vidas, estamos formados e informados en la verdad, para poder vivir sus postulados.
“Por lo demás hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. (Efesios 6:10).
En estos momentos, en Venezuela hay una tensión intensa, como individuos y como sociedad, la verdad, la justicia, la bondad de nuestro Señor nos permite que sujetos a su legado podamos fortalecernos en Él. Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6: 10-13).
Nuestra armadura, nuestra fortaleza del alma es la verdad, la sinceridad, la fidelidad, la realidad espiritual, la honestidad, todo el legado de Cristo, porque Él es el camino, la verdad y la vida, y nadie va al Padre sino a través de Él. Cuando nos humillamos ante el Señor, vivimos en la verdad, en lo real, lo comprobado. Debemos estar dispuestos a ser confrontados por la verdad y para eso hay que ser humildes de corazón y espíritu.
Pablo nos enseña que necesitamos vivir en la verdad para discernir, para entender con la óptica de Dios Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. (Efesios 6: 14-15). La justicia es parte de la vida cristiana. Cristo es el juez de la historia y como es eterno y mora en nuestras vidas, nos hace ver la justicia, su justicia y aunque nos confronten con falsos argumentos, la coraza, la armadura que es Cristo, nos protege. Él es mi espada y mi escudo.
Pastor Samuel Olson