Boletín 21 de julio 2013
Donde está el Espíritu del Señor hay libertad
“Si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa del resplandor de su rostro, el cual desaparecería, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del Espíritu?” (2 Corintios 3:7-8)
Las leyes de Dios son importantes porque señalan el camino e indican directrices para un modo de vivir ordenado, pero no salvan, y de ahí viene el hecho de que la ley nos hace sentir condenados y que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Pablo está diciendo además,
que aquellos primeros que vieron el rostro de Moisés envuelto en una gloria pasajera cuando salía del tabernáculo.
“Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación, porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo
que permanece”. (2 Corintios 9-11)
Era una gloria intermitente, una gloria que no permanecía, pero en cambio el ministerio y obra del Espíritu en nuestras vidas nos lleva a una nueva realidad inalcanzable para la ley. Así, los hombres y mujeres que son llevados a los pies de Jesucristo, son
justificados por la fe, y esa salvación nos conduce a una gloriosa realidad permanente y eterna, porque somos libres de todo pecado, libres de toda condenación, moradas y templo de Espíritu de Dios. Esto es glorioso. Esto es parte de la Gloria de Dios. “Así que, teniendo tal esperanza, actuamos con mucha franqueza, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de desaparecer”. (Vs.12)
Pablo y los apóstoles predicaron la Palabra de Dios francamente. “Pero el entendimiento de ellos se embotó, porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo sin descorrer, el cual por Cristo es quitado.” (Vs.14) Por eso, cuando este velo es finalmente quitado, el mensaje del evangelio fluye claramente. “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (Vs.17) El Señor Jesucristo es quien da el Espíritu vivificante de Cristo al ser humano, y cuando el Espíritu vivificante viene a su vida, y usted lo comprende, usted confiesa
su nombre, con lo cual Dios derrama en usted el Espíritu Consolador y, junto a Él, perdón, salvación y libertad.
¿Libertad de qué? Libertad de toda condenación. Libertad de toda ley que te condena. “Por tanto, nosotros todos,
mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor.” (Vs.18)
Y más adelante escribe: “esto es, entre los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento,
para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Corintios 4:4)
¿Qué significa esto? Que cuando nos rendimos a los pies de Cristo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen.
Además: “Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:28-29). Si usted conoció al Señor, tiene un destino: Ser conformado en la imagen de Dios. Esta es la razón por la cual usted pasa por tantas cosas en la vida diaria. Porque Dios quiere esculpir en usted el carácter y el amor de Jesucristo. ¡Aleluya! ¡Vamos de gloria, en gloria, en gloria, en gloria, en gloria, hasta que la gente vea el rostro de Cristo en el suyo propio , comprobando la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2). Amén.