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Boletín 08 de octubre de 2017

 

Cuando es Dios el que pregunta

Job 38:2 “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora cíñete la cintura como un hombre: yo te preguntaré y tú me contestarás.”

Cuando vemos la escritura, nos damos cuenta de que la palabra del Señor es una constante conversación que Él establece con cada uno de nosotros.  En la palabra encontramos muchas conversaciones, el Antiguo y el Nuevo Testamento están llenos de ellas, e increíblemente casi todas estas pláticas las empieza Dios. 

Encontramos a través de toda la biblia que Dios quiere hablar con nosotros, y dentro del ámbito de esa conversación Él establece ciertas interrogantes, sin embargo, somos nosotros los que  con frecuencia pasamos el tiempo haciéndole preguntas a Dios o pidiéndole cosas, y luego cuando nos las da, resulta que no es lo que esperábamos; y entonces comenzamos a insistirle con preguntas o a pedirle soluciones para ese problema en el cual nos metimos por nuestra cuenta.

La mayoría de las veces no caemos en cuenta que muchas respuestas a las preguntas que le hacemos a Dios las tenemos frente a nosotros, y simplemente queremos evadir nuestra responsabilidad echándole la culpa a Él por las malas decisiones que hemos tomado.

Y es entonces cuando Dios, en medio de esas conversaciones,  busca precisarnos para poder darnos lo que tiene para nosotros. Él necesita que tengamos claridad en qué queremos, dónde estamos, y a dónde queremos llegar. Solo contestando estas interrogantes podremos estar bien seguros de que estamos en el camino correcto para alcanzar lo que Dios tiene para nuestras vidas.

Al leer Juan 18:37Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.”, es interesante ver que Jesús al punto de morir, es juzgado por Pilatos siendo acusado de hacerse llamar rey. Y la respuesta que Él le da a este hombre cuando lo interpelan, es muy clara. Jesús estaba muy claro de cuál era su misión, y para qué había llegado a ese momento. Sabía muy bien para qué había nacido.

Así mismo, Dios quiere que aprendamos para que hemos nacido. Es entender que nacimos con un propósito claro de Dios, y que Él nos va a preguntar que estamos haciendo con eso. Debemos comprobar si estamos caminando en ese plan que Dios puso delante de nosotros. Jesús lo tenía muy claro, por tanto, nosotros también  tenemos que estar muy claros en eso.

En la escritura encontramos también a un personaje que pasó por muchas cosas en un momento de su vida, se trata de Job, quien en medio de su situación comienza a cuestionarle a Dios el porqué de tantas cosas, el porqué de su ruina, de su enfermedad y de su pérdida familiar. Pero hay un momento en el que aparece el Señor, y en Job 38:2 “¿Quién es ése que oscurece el consejo
con palabras sin sabiduría? Ahora cíñete la cintura como un hombre: yo te preguntaré y tú me contestarás.”
le responde Dios a Job desde un torbellino, y le reclama por estar hablando tantas necedades. A veces el Señor en medio de nuestra queja, nos dice exactamente lo mismo. 

Los versos que siguen son una demostración del poderío y la soberanía de Dios, pues ahora es Él quien  hará las preguntas a quien le cuestionaba. En Job 40:6-14 comienza Dios a interpelar a Job y a preguntarle hasta en tono un tanto irónico. Quién es Job para disputar con Él, o para juzgar al juez justo, y reta a este hombre a tratar de compararse con Él. Entonces vemos como Job no pudo más que enmudecer ante Él, y reconocer que Dios estaba en lo correcto y que lo había puesto en su lugar.  Así a veces le toca hacer con nosotros, porque quiere precisarnos y hacer cambios en nuestras vidas, por lo tanto le toca ponernos en nuestro lugar y hacernos caer en cuenta de todo lo que hemos hecho, para bien o para mal.

A veces tomamos decisiones que no son guiadas por Dios, pero  cuando algo nos sale mal si queremos involucrarlo. El problema es que desde el inicio nunca la consultamos a Él si debíamos tomar o no esa decisión, y  llevamos entonces nuestra vida a la deriva como si Dios fuera quien nos dirige, pero Dios no está hablando allí. Muchas personas quieren conocer la voluntad del Señor y la buscan en todos lados menos donde realmente pueden hallarla, para conocerla solo hay  ir a su palabra, y allí podemos encontrar que es lo que quiere Dios para todas las áreas de nuestra vida.

La primera pregunta que Dios hace hoy es: ¿Dónde estás tú? Y es lo mismo que pregunto Dios en el Edén, cuando notó una actitud extraña por parte de Adán, y decide seguirle el juego como si Él no supiera dónde está. Si Adán se escondió no fue por nada bueno. Lo que el Señor trata de decirnos a través de esta pregunta es que lo primero que tiene que pasar para que Él obre en nuestras vidas  es saber en dónde nos encontramos y cómo llegamos ahí. Así como con el primer hombre, el Señor que es un Dios personal,  continua hoy estableciendo una conexión personal con cada uno, Dios no cambia su idioma, con amor, sinceridad y poder Él impactará nuestras vidas si de corazón nos acercamos a Él, y entonces tendremos dirección.

Dios no solo pregunta ¿dónde estás?, sino que además pregunta, ¿qué haces allí? Eso se lo dijo a Elías en 1 reyes 19:9Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”, mientras todo fluía hacia la voluntad de Dios, pero apenas se le pusieron las cosas difíciles, ¡Elías huyó! y en medio de su huida Dios lo intercepta y le pregunta, Elías, ¿qué haces tú aquí? en ese momento en vez de admitir que estaba asustado, lo que hace es justificarse, y Dios vuelve a preguntarle para que se sincere, pues Él no ha dejado de ser Dios. ¿Qué estamos haciendo en una situación en la cual nosotros mismos nos metimos? Eso debe hacernos reflexionar.

Lo siguiente que pregunta Dios es ¿qué es lo que has hecho?  Eso se lo dijo a Eva en el génesis. Nos encanta echarle la culpa a los demás, así como hizo Eva con la culebra y Adán con su mujer, porque no nos gusta reconocer nuestros errores. Empezamos a quejarnos de todo lo que nos acontece, en vez de hacer como Daniel que no se quejó,  sino que en medio de todas sus pruebas adoró a Dios, ayunó, oró; porque si no se hace por las buenas entonces será por las malas, y solo entonces admitiremos que estamos en esa situación porque nosotros mismos nos lo buscamos, porque no buscamos su dirección antes de actuar.

¿Cuánto tiempo hace que estás en eso?, eso se lo preguntó Jesús a un padre en el evangelio de Marcos 9:21. Cuánto tiempo que estamos en esa situación, cuando ya el Señor nos ha dicho que nos enderecemos o que cambiemos esa situación. Es profunda la conversación, la importancia de eso es que reconozcamos que tenemos cualquier cantidad de años en los que Dios nos dice: Hijo, aquí estoy, sentado a la mesa para servirte y darte de comer, para hablar contigo íntimamente, pero resulta que más de una vez le hemos dejado el asiento vacío a Dios en la mesa  y no nos hemos tomado el tiempo para conversar con Él.

 A veces podemos pasar el día sin siquiera haberle dado los buenos días a Él, nos olvidamos de nuestro Padre, quien nos busca constantemente, pero somos nosotros los que no nos decidimos a estar con Él, y andamos cual Elías huyendo de cueva en cueva pudiendo habitar en su presencia.

La quinta pregunta es ¿qué buscas? Porque nos encanta buscar lo que no se nos ha perdido. En Juan 1:38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?”, vemos que Jesús le preguntó a sus discípulos qué buscaban, y ellos solo dijeron que querían saber dónde moraba, porque donde habitara Él ahí querían estar ellos. Dios nos dice en esta conversación: “precisen bien que están buscando, ¡porque el que me tiene a mí, Yo soy más que suficiente!, yo soy quien abre las ventanas de los cielos sobre sus vidas. Busquen mi rostro y yo responderé, yo hablaré, yo diré y no poco, sino medida grande, apretada y remecida. Solo es necesario que tengan una verdadera relación conmigo, quiero que sean sinceros y se aclaren delante de mí”.

Cuando respondemos esta pregunta Dios nos hace otra, ¿quién te enseñó eso? La misma que le hizo a Adán. Quiero que se sinceren, y que me digan si yo les enseñé esto, si en mi palabra dice que deben hacer todo lo que están haciendo mal. ¿Quién les enseñó a vivir de esa manera? ¿Tanto tiempo en el evangelio y todavía no han aprendido? No estamos aquí para poner los ojos en el otro, sino para poner los ojos en aquel que es el consumador de la vida, para seguirlo a Él, y amarlo solo a Él.

¿Quién te lo enseñó? Yo no fui, dice el Señor… y ahora pregunta, ¿dónde está tu fe? Se lo dijo Jesús en más de una ocasión a sus discípulos, y eso se refiere no solo a creer sino a todo lo que hemos aprendido; ¿dónde está tu fe? ¿Dónde están los principios que he puesto en sus vidas?

Y la última pregunta que el Señor nos hace nos sorprende, porque esperamos que a causa de nuestros actos nos reprenda y nos exilie, pero con todo y eso, viene el Señor y nos dice: ¿qué quieres que te haga? Porque con todo el desastre que hemos hecho, no dejamos de ser sus hijos amados, y el Señor quiere hacer algo en nuestras vidas, algo mucho más profundo, pues tiene grandes propósitos que cumplir en nosotros.

José Gregorio Ferreira

Culto dominical 01 de octubre de 2017

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