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Boletín 01 de octubre de 2017

Confía y espera, ¡Él escuchará!

Salmos 40:1-4 “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira”.

El contexto de este salmo es por demás interesante, porque en el encontramos un propósito doble. El propósito principal es que coloquemos nuestra confianza plena y absoluta en las manos de Dios;  y dentro de ese mismo propósito está el poder animar a otros a que puedan alabar y glorificar al Señor en tiempos de necesidad o de angustia,  y a pesar de cualquier situación personal.

De alguna manera todos podemos identificamos con este salmo. Siempre hay una primera vez en la que llegamos a estar en el pozo de la desesperación, pero la misma palabra es tan hermosa y única, que nos da la dirección y las pautas para que podamos caminar en ella, aferrándonos a cada promesa y atesorándola en nuestros corazones, de manera que venga a ser parte esencial en nuestras vidas.

El salmista comienza señalando un aspecto de la presencia del fruto del Espíritu Santo, la paciencia. La única forma a en la que podemos tener una espera satisfactoria o en confianza, es darle espacio a la tercera persona de la trinidad que habita en nosotros, la cual enseña en su expresión a saber esperar.

Sabemos bien lo difícil que es esperar, y más cuando estamos atravesando alguna situación difícil en particular, sin embargo, vemos el ejemplo del salmista, quien nos presenta una espera de absoluta confianza  en el Señor.  Se trata de reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas, y de conocer que bueno es el Señor, y que así como no tardó en hacerse presente en la vida de este hombre, así mismo no tardará en manifestarse a la nuestra.

Tenemos un Dios que no está ajeno a nuestras circunstancias y situaciones, Él siempre está allí para darnos un momento de salida y de paz. En medio de ese pozo, que bueno es saber que tenemos esta palabra que nos recuerda que podemos confiar en Dios y esperar en Él. Quizás no tenemos las respuestas en ese momento o las soluciones, pero si podemos tener la seguridad de que el Señor, nuestro Dios, está con nosotros para llenarnos y fortalecernos, en especial en esos momentos difíciles.

Pacientemente esperé yo a Jehová…”, no hay otro lugar donde podamos esperar, y es grandioso saber que nuestro Dios no nos defrauda. Él oye nuestro clamor sin importar el lugar en el que estemos, o el tamaño de la situación que enfrentemos, nuestro Dios es más grande que todo eso. Porque nuestras fuerzas y nuestra confianza están puestas en el Señor. Él es el dueño de todas las cosas, nosotros solo somos administradores de su gracia y su bondad. Dice la palabra que el Señor se inclinó para sacarnos no solo del valle de desesperación, sino del lodo cenagoso, y aunque andemos en valle de sombra de muerte, no temeremos mal alguno, su vara y su cayado nos infundirán aliento y nos darán fuerzas.

Nuestro Dios no está lejos, ¡Él está cerca! Y así como sacó a este hombre del pozo de la desesperación, el Señor sigue sacando hoy a quien esté dispuesto a clamarle y a esperar su rescate.  Su palabra dice que es bienaventurado el hombre que en Él tiene sus fuerzas. Habremos de atravesar el valle de lágrimas, pero la gracia y la presencia de Dios habrán de llenar nuestras vidas.

Y no solo promete en esta palabra sacarnos de aquel pozo, sino que además dice que tomará nuestros pies y los colocará sobre una piedra, y no hay otra peña que Cristo Jesús, Él nos afirmará y pondrá un canto de alabanza en nuestras bocas, y esto traerá entonces la gloria y la presencia de Dios de una manera tan especial que será de testimonio para otros. 

¿Sabes que eres bienaventurado? Lo eres porque has puesto tu confianza en el Señor, y cuando esto sucede, vas a mirar todo desde una perspectiva distinta, y confiarás y esperarás. El Señor tendrá respuesta en su momento y no en el nuestro.  Lo que sucede es que a menudo nos saltamos los tiempos, y no dejamos que Dios haga lo que Él quiere hacer, debemos tener la certeza de que el que comenzó la buena obra la perfeccionará hasta el fin de los tiempos.

Nuestros pensamientos no son los pensamientos del Señor. Los pensamientos de Dios son de paz, de gracia y de bendición. Pongamos todo en sus manos, hagamos lo que tengamos que hacer y dejemos que el Señor haga. Esta actitud de esperar pacientemente trajo resultados en la vida del salmista,  Dios se inclinó, eso significa que nuestro clamor no queda en el vacío; el Señor escucha, y cuando Él escucha, entonces se acerca y nos comienza a levantar y a colocarnos en el lugar donde tenemos que estar.

Santiago Montero

Culto Dominical 24 de septiembre de 2017

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