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En el Evangelio de San Juan, capítulo 4, encontramos la narración del encuentro de Jesús y la samaritana, el cual se desarrolla en medio de un clima de oposición a Cristo, por parte de los fariseos que estaban molestos por la popularidad de Jesús y el contenido de su mensaje, el cual contradecía muchas de las enseñanzas de ellos. Como Jesús recién iniciaba su ministerio, no quiso enfrentarlos abiertamente, sino que abandonó Jerusalén y se dirigió al norte de Galilea. Samaria, la capital, había caído en manos de los asirios, quienes deportaron a muchos judíos y llevaron extranjeros para que se establecieran allí y contribuyeran a mantener la paz. Del matrimonio de éstos con los judíos, surgió una raza mixta, los samaritanos, considerada impura por los judíos puros que habitaban Judá, y quienes evitaban pasar por Samaria cuando iban de viaje, optando por una ruta más larga, de hasta 14 horas de viaje, cuando el trayecto más directo se podía hacer en unas 5 horas.
Jesús no tenía motivos para vivir con esas restricciones culturales, religiosas y tomó el camino de Samaria llegando a Sicar. «Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (…) La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.» La samaritana no entendía lo que Él le decía, a lo cual Jesús le señalo: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed, más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna». (Juan: 4: 6-10,13,14).
Jesús acudió a Samaria para cumplir toda buena obra, para que el cautivo fuera libre, el corazón quebrantado sanara y hubiera buenas nuevas de salvación. Tenía que cumplir el propósito de Dios; fue al lugar indicado porque allí establecía su poder la discriminación, la soledad, la humillación, el razonamiento que se convierte en mecanismos de defensa y que impide que las vidas sean bendecidas. La samaritana tenía prejuicios de vinculación, necesidades profundas, existenciales, tenía dolor en su corazón, conceptos religiosos confusos y una vida espiritual indebida; pero también tenía una enorme necesidad de un encuentro con Dios. Necesidad de afecto, de aceptación, de seguridad, de amor.
Ese encuentro extraordinario, hermoso, que cambio por completo la vida de la samaritana lo puede tener Ud. hoy; y en adelante, su manera de ser, de sentir, de actuar, ya no será consecuencia de su querer y hacer, sino que irá de la mano de Dios, bajo su presencia y su dirección. Es necesario, entonces, que en medio de este escenario convulsionado en el que estamos, en un mundo extraño, en un lugar de anarquía como era Sicar en aquel tiempo, lleno de amargura, enfrentado a la religiosidad depredadora del alma que va socavando su vida y espíritu, busque el Agua Viva que le ofrece Nuestro Señor; y así como la samaritana a quien Jesús le dijo que podía beber del Agua de Vida, EL te dice a ti que eres único, especial, que te ama con ese amor que borra el pecado y nos llena de fuerza, de gracia, de virtud. EL tiene el poder de cambiar tu vida y darte de beber agua en abundancia. Díle al Señor, hoy, que quieres beber de esa Agua Viva, agua de salud, de sanidad, de orientación en su vida. No importa los problemas que estés experimentando, ni la situación difícil por la que atraviesas, ni las decisiones que te han apartado de tu familia y de una vida sana; Jesús te recuerda que El ha venido para que tengas Vida Eterna y Vida en Abundancia.
Hoy, abre tu corazón a Jesús, escribe ese compromiso que no has tomado y que tantas veces has postergado, y entrégale tu corazón, tu vida a Cristo Jesús. EL te dice que arrancará las raíces amargas de tu vida, para que vivas sin odio, sin rabia, sin miedo y bajo la presencia de Dios. Abre tu corazón e invítalo a ser El Salvador de tu Vida.
Pastor Santiago Montero