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Domingo 12 enero 2014

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Prosiga a la meta

Con motivo de los 60 años de esta Iglesia, seleccionamos el versículo que se encuentra en la pared principal del templo. “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3:14. En su carta a los Filipenses, el apóstol Pablo expresa cómo después de haber considerado todo lo que había logrado en la vida, descubrió que nada de eso tenía valor, cuando lo comparaba con el conocimiento de la vida y obra de Cristo. Por ello, al escribir esta carta, la cual es una declaración profunda acerca de los valores cristianos, insiste en la relación personal con Cristo, porque cuando conocemos al Dios que nos ama, Él nos da una finalidad, un propósito, una meta y, finalmente, un premio.
Pablo tuvo una vida muy difícil, sin embargo, no se rindió. Evangelizó a muchas personas en su incansable caminar, con su obra misionera. Entregó todo: familia, amistades y libertad, a fin de conocer todo acerca de Cristo y el poder que lo resucitó. Sabía que al unirse a Cristo, confiando en Él, experimentaría el poder que lo resucitó de la muerte. Ese poder maravilloso que lo ayudaría a vivir moralmente, renovando y regenerando su vida. Pablo explica en esta carta que su meta era conocer a Cristo, ser como Él, y ser lo que Cristo pensaba en cuanto a él. Esta meta absorbió toda su vida, todas sus energías, pero nunca dejó de seguir el camino que se había trazado para alcanzar la meta. “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” Filipenses 3: 12-13.

Pablo transitaba el camino que lo llevaría a la gloria de Dios y ese es un ejemplo que los cristianos deberíamos seguir, al no permitir que nada nos aparte de la meta: conocer a Cristo. Con la concentración de un atleta en entrenamiento, debemos poner a un lado todo lo que es perjudicial y olvidarnos incluso de las cosas buenas que podrían distraernos e impedir que seamos realmente cristianos.

El atleta con todo su esfuerzo y disciplina, prosigue siempre hacia la meta, con el deseo de obtener el trofeo, asirlo y ser reconocido como el mejor. Cuando Dios llega a nuestras vidas nos plena de tal manera que deseamos compartir ese gozo con todos cuantos nos rodean. Para ello es importante andar con equipaje liviano, dejando el pasado y proseguir el camino. No atarnos a lo vivido ni a situaciones del ayer, por muy duras, tristes o cruciales que sean. Constantemente debemos recomenzar, evaluar lo que hacemos, despejar el camino hacia la meta, con la certeza de que lo que viene será mejor.

Si creo que Dios está conmigo, sé que Él me va a abrir una puerta y que estará a mi lado todo el tiempo. Él puede obrar soberana y milagrosamente en nuestras vidas, porque Él es fiel y Él está con nosotros. No se estanque en el pasado; crezca en el conocimiento de Dios, concentrándose en su relación con Él, ahora. Recuerde que ha sido perdonado y prosiga caminando en dirección a una vida de fe y obediencia. Proyéctese hacia una vida plena y de mayor significado, gracias a su esperanza en Cristo. Sabemos que somos finitos: ¿entonces dónde vamos a estar cuando muramos? Si creemos que después de la vida tendremos un valor mucho más grande, un lugar donde vamos a pasar toda la eternidad y que nuestra ciudadanía está en los cielos, preguntémonos cómo podemos obtener ese premio y qué debemos hacer en el nombre de Dios. “Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar todas las cosas”. Filipenses 3:20-21

¿Ya elaboró su plan para el año 2014? Cuando lo elabore, oiga lo que Dios le está diciendo, no se deje llevar sólo por lo que usted desea, decida seguirle, obedecerle y cumplir su voluntad. Vale la pena obtener ese premio: un nuevo mundo y un cuerpo resucitado. Prosiga a la meta y obtenga el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

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